Los códigos de Michael K. Williams en la pantalla chica
Recordando la trayectoria televisiva del aclamado actor, luego de su fallecimiento el pasado 6 de septiembre.
Michael K. Williams será recordado por más de una constante en su actuación. Sus roles aunque secundarios, siempre fueron relevantes en cualquier historia en la que participaban. La gran cicatriz en el rostro junto su mirada de estaca, ocultaban una historia secreta en cada uno de sus personajes, que desde la primera impresión imponían respeto y experiencia.
Casi siempre antihéroes. El defensor de los rechazados, alguien que parece siempre ganar incluso en las derrotas. Aquel quien sabe cómo funciona la vida a raíz de vivirla con intensidad. Aquel a quien no quieres hacer enojar.
El papel que definió su carrera sin duda fue el de Omar Little en The Wire, un respetado narcotraficante, rey sin corona de las calles, que caminaba entre el orgullo y la tragedia, silbando al viento que todo se vale en el juego, pero sólo dentro del juego. Su poder y carisma, hicieron que sea el personaje más querido en la serie del momento, incluso siendo un secundario, y más sorprendente para un Robin Hood de las drogas de raza negra y homosexual.
Los años posteriores, sin embargo, no lograron mantener encendida la llama de The Wire y Williams regresó a los papeles pequeños de invitado con los que debutó, pero ya siendo mucho más que un rostro callejero. Aunque los proyectos donde tenía más participación eran cancelados abruptamente (The Philanthropist, The Kill Point), aún se notaba que ese “algo” seguía ahí.
Así en 2010 llegaba Boarwalk Empire, un drama de crimen situado en la era de la prohibición, que relataba la relación entre la mafia y la política, en una guerra civil ahogada de corrupción, discursos de poder y estatus sociales. Williams interpretó a Chalky White, quien no sólo era la cabeza de una familia de color en tiempos del segundo y legal nacimiento del Ku Klux Klan, también representaba y defendía a la comunidad más vulnerable en este juego de gatos y ratones en la Ley Volstead, y aunque era tratado como un peón en una partida de peces gordos, se movía con la astucia del dueño del ajedrez. Chalky era un mafioso bastante desconfiado e impredecible, aunque sufrió muchas derrotas, lograba vivir para contarlas y vengarlas, y por eso daba gusto cada que tocaba verlo en pantalla.
Por la misma época, Dan Harmon, ahora conocido por Rick and Morty, creó su obra maesta, Community, una comedia de situación cuyo humor se caracterizó por el uso de meta referencias; parodiando, aludiendo y guiñando a la cultura pop en cada uno de sus capítulos. En la tercera temporada, Williams interpretaría el papel de un profesor de biología, cuyo rol era un hilarante tributo al mítico Omar Little. Su personalidad exageraba en el drama, y su seriedad contrastaba con el ambiente colorido de la serie. Durante sus capítulos más relevantes, este profesor desenmascararía una operación de drogas en un colegio, y presumiría continuamente tener una moral propia muy estricta, con el mismo lema personal que definió la carrera televisiva del actor: “Un hombre tiene que tener códigos”.
Así Williams se adueñó de su tan particular encasillamiento y optó por seguir ese camino. Entre sus roles más relevantes, co protagonizó Hap and Leonard, una vez más rompiendo el paradigma del hombre negro homosexual, con pizcas de violencia. En la miniserie The Night Of como un prisionero lo suficientemente poderoso para brindar protección dentro de la cárcel, una vez más jugando al favor del protagonista. Más tarde en When They See Us interpretó al padre de uno de los jóvenes que fueron injustamente acusados de violar a una mujer blanca, en un caso real tan impactante para la comunidad afroamericana, que el propio actor recordó vivir y ser profundamente afectado en su momento (los cinco de Central Park).
Aunque su partida se siente prematura para su edad, su último rol televisivo cierra a la perfección el círculo que comenzó con Omar Little. Lovecraft Country (reseña click aquí), una serie también de su casa HBO, mezcló terror, aventura, misterio, fantasía y ciencia ficción, muy alejada del realismo crudo del narcotráfico de las calles de Baltimore. Williams encarnó al padre perdido del protagonista, y la historia se construyó a su alrededor, sobre la tragedia del patriarca violento en un ambiente de segregación racial, veterano de guerra, pobre, y además ocultando una realidad estrictamente rechazada en los años 50, su homosexualidad. Conociendo la importancia y el impacto de sus personajes, el actor no desperdició ninguna línea de guion, y llegó a robarse el show una vez más, como lo había hecho casi veinte años antes.
Un rostro que triunfó en mostrar la vulnerabilidad tras la violencia, y una mirada que impuso respeto y sabiduría sin la necesidad de pronunciar palabras. No volveremos a tener personajes de carisma fácil como los que interpretó Michael K. Williams.