Arrested Development: 5 temporadas en 16 años, un adiós agridulce
*Artículo originalmente publicado para la revista La Ramona del diario Opinión el día 17 de Marzo de 2019. VER PUBLICACIÓN
Antes de ser descubiertos por Marvel Studios, los hermanos Russo produjeron el que para muchos es el santo grial de la comedia en televisión. Arrested Development es un programa de 2003 creado por Mitchell Hurwitz, que Fox canceló luego de tres temporadas, pero después ganó un estatus de culto por su estilo tan particular y su lenguaje propio.
Así que, por demanda de esa cosechada audiencia, en 2013 Netflix revivió el show para una cuarta temporada, reuniendo al elenco original casi en su totalidad; sin embargo ya nunca fue el mismo. Los actores se hicieron grandes en Hollywood y los productores cambiaron el formato de la serie a menos capítulos, pero más largos y con un personaje diferente del elenco protagonizando cada uno. Incluso tuvieron que volver a editar esa nueva temporada para que se acerque más al formato original (la primera versión de la cuarta temporada aún se encuentra escondida en la sección de Trailers y más en Netflix).
Y por la misma razón pasaron cinco años para que llegue la quinta y casi segura última temporada, cuya segunda parte de ocho capítulos se acaba de estrenar el pasado viernes 15 de marzo.
Hay muchas razones que hacen de Arrested Development un fenómeno insólito en la televisión moderna, y que hablan del por qué su final es importante.
La trama es simple: “Un padre viudo debe hacerse responsable de los problemas financieros de su disfuncional familia”. Pero el brillo de esta comedia de situación no está en la historia, sino en el formato.
Con un guion que parecía escribirse solo, compuesto enteramente de las llamadas “bromas recurrentes”, más la tan impecable como hilarante narración de Ron Howard, esta serie es una pionera en hacer una ensalada de todos los recursos de escritura con los que te puedes topar.
Es imposible captar todos los chistes a primera vista, ya que la mitad aparecen en el segundo plano de la pantalla. Así pues, no solo es una serie que puede verse más de una vez, de hecho está diseñada para hacerlo. Y una vez que le agarres el gusto, no te cansarás jamás de repetirla.
Con bromas que solo se entienden a la segunda o tercera vez que ves los capítulos o temporadas, el formato “stream” que Netflix ofrece es ideal; sin embargo es vital tener conocimientos básicos de los modismos del idioma inglés para disfrutarlos, ver el programa doblado es un desperdicio de tiempo.
Estamos hablando de una serie que tuvo a estrellas como Charlize Theron, Ben Stiller y Carl Weathers de invitadas en arcos argumentales completos. Una serie que dio frutos a muchos estudios académicos y obligó a muchos escritores aficionados a rehacer sus obras. Una serie ganadora de Emmys y Globos de Oro que pasa muy fácilmente desapercibida.
Pero la “obra maestra” solo se encuentra en las tres primeras temporadas. Aunque Netflix luchó por mantener ese sui generis, terminó convirtiendo a la cuarta y quinta temporada en una especie de Memento, donde la historia avanza y retrocede sin dejarte dar un respiro.
Las polémicas tras bastidores, factores políticos y la dificultad de reunir al inmenso pero indispensable elenco, son razones por las que el guion tuvo que adaptarse y depender de situaciones externas.
Quizás el talento de esta serie estaba en ser independiente y no caer en la mediocridad, pero estas últimas temporadas cargaban el peso de una comunidad de seguidores consolidada a la que se debía complacer.
Más que un remake forzado, las temporadas de Netflix son una sombra de lo que la serie alguna vez fue, un producto distinto que rendía tributo y hacía justicia a una joya del pasado maltratada. Lejos de ser unas secuelas, estas últimas temporadas son un spin-off.
Vale destacar que el producto final está lejos de ser malo. La evolución y caos de producción no se comparan a la satisfacción de tener un cierre para una historia que permaneció abierta e inconclusa tantos años, y gracias a Netflix se mantendrá como una obra de culto, y no como leyenda urbana de “lo que pudo llegar a ser”.