El realismo mágico de The OA, el secreto mejor guardado de Netflix
*Artículo originalmente publicado para la revista La Ramona del diario Opinión el día 31 de Marzo de 2019. VER PUBLICACIÓN
Quizás hoy ya disfruta de popularidad, pero en 2016, no se sabía nada de ella hasta tres días antes de su estreno. De hecho, llegamos a su debut, sin tráilers, sin imágenes, sin sinopsis, solo con el título.
Después de ocho hechizantes capítulos y más de dos años de espera, Netflix estrenó este viernes 22 de marzo, la segunda temporada de The OA.
Brit Marling, además de concebir y escribir la serie, la produce, la protagoniza y la coedita con sus propias manos. Colaborando por tercera vez con el director Zal Batmanglij y con Brad Pitt como productor ejecutivo, este proyecto es en lo mínimo, ambicioso.
Sin sumergirse de lleno, se puede hablar muchísimo de la serie sin siquiera tocar su trama. Se trata de una historia que posee tantos atributos extraños, que es algo enmarañado encontrar algo parecido que se haya hecho antes.
La razón de esta serie es plantearte una historia fantástica o de ciencia ficción en la que tú decides qué es real y qué es una metáfora. Y te ofrece muchos elementos para que tomes esta decisión.
Es brillante cómo Marling logra plasmar ideas tan descabelladas y hacer que funcionen en pantalla, siendo evidente la dedicación y pasión por este proyecto.
Partiendo de su capítulo piloto fantasma, que en realidad es un preludio independiente disfrazado de capítulo, hasta los títulos de introducción a la serie aparecen recién al final de este piloto; es una serie con muchas capas de comprensión, ya sirva solo de entretenimiento o te incentive a cuestionar su contenido.
Tenemos dos historias en dos líneas temporales diferentes, pero con paralelismos en personajes y desarrollo. Es como ver dos series diferentes, pero en todo momento conocemos su conexión.
Con sincronizados grupos protagonistas, ambos representan al “club de los perdedores” con relaciones y personalidades muy improbables pero más que efectivas. A medida que se desarrolla la trama, pasamos de escenas de lo más psicodélicas y ficticias, a un epílogo que se disuelve con la realidad que tú y yo conocemos, quizás hasta demasiado, al punto de ser incómodo.
Además de la brillante actuación de Marling, a quien a propósito le podemos encontrar un patrón de “ciencia/fantasía” en su filmografía, tenemos a la tan macabra como arrebatadora interpretación de Jason Isaacs, quien de manera épica termina implantado un síndrome de Estocolmo en el espectador. Un actor infravalorado que crea un personaje incomprensible pero natural, que pasa de ser odioso a admirable y viceversa.
Con elementos y giros que te amarran, entretienen y angustian al mismo tiempo, es una serie que solo puedes amar u odiar. No es para todos y, te agrade o no, cuando la termines me darás la razón. Si buscas en internet, encontrarás reseñas cruelmente negativas o positivas a lo ridículo.
Pero en lo personal, es uno de los diamantes que tiene Netflix (que merece más crédito como productora que como plataforma). Es muy fácil dejarse llevar y meterse en la piel de los personajes. Incluso sin hacerlo, sientes cómo la historia se cuenta especialmente para ti directamente.
Por ejemplo, hasta antes de la serie, nunca comprendí ni soporté a la danza contemporánea, pero en esta, pasa a ser un fragmento crucial e innovador para el desarrollo de la trama y debo admitir que fue de lo que más me gustó. Y así, toda la serie está cargada de pequeños detalles muy astutos que le dan carisma a la historia.
Otro elemento a resaltar es la estética, claramente influenciada en el trabajo de David Lynch, específicamente en Twin Peaks; pero no al punto de referenciarlo ni mucho menos plagiarlo. Con mucha atención a la fotografía (que es de lo más exquisita) y a la personalidad del escenario, ya sea una habitación, una casa, un pueblo o un paisaje.
Y además la estructura que cambia constantemente, con escenas de cámara en mano, en primera o en tercera persona. Puedes tomar dos imágenes al azar en un mismo capítulo y al compararlas, dudar si se trata de la misma serie. Son ocho capítulos sin relleno. Después de verlos de corrido, perdí la noción del tiempo.
El final de la primera temporada fue abierto a interpretaciones y debates a propósito. Si bien Marling planeó cinco temporadas, nada le aseguraba la renovación para una segunda. Pero ahora, después de meses de pelea para una renovación por su comunidad en internet y después de un largo año de rodaje; y otro más para la edición, llega otro grupo de ocho capítulos que puedo suponer que me dejarán sin uñas para morder.
El desenlace de la primera temporada es el típico que te obliga a crear tus propias teorías conspirativas y contarlas a todos, quizás es en eso a lo que se parece al trabajo de Lynch, sin embargo si la vez como una sola pieza sólida, es simplemente un producto digno de admirar.
A ciegas, puedo decir que esta segunda temporada trae más preguntas que respuestas, pero el secreto de esta serie está en dejar que tu instinto responda a tus dudas. No pienses de más y esta serie te dejará satisfecho.