El verdadero amor de Daniel Johnston
Rey del «hazlo tú mismo», ícono hípster, friki por antonomasia, seguidor devoto de los Beatles, del Capitán América, de Jesús y de Casper el fantasma amigable; archienemigo jurado del diablo, quien lo persiguió toda la vida. Músico, escritor, dibujante, locutor, cineasta, poeta y artesano. Daniel Johnston respiraba, sangraba y lloraba arte, y demostró que un artista que quiere, es un artista que puede.
Abrió los ojos un día, y decidió que quería ser un músico famoso; ignorando el funcionamiento más básico de la industria, tomó lápiz y papel, y se puso a componer. Inventó su propia línea de producción. Sus jingles grabados en casa, acompañados de piano o guitarra y exportados en casetes, con portadas dibujadas a mano, fueron repartidos en sus propios pies y promocionados por su propia voz. Si no le alcanzaban las copias, se molestaba en grabar todo el álbum una y otra vez, las veces que hicieran falta. Aunque cada grabación suene ligeramente diferente, la pasión se escuchaba claramente en cada copia.
Con un gran porcentaje de temas que llevan la palabra amor en el título, Johnston construyó su propio estilo sin fijarse en tendencias. Cantando sobre sus héroes reales y ficticios, sobre sus miedos más oscuros y confesando demandas a un mundo muy ajeno al suyo, en grabaciones que podían no durar ni un minuto, el talento de Johnston fue una anomalía en una década que ya sufría una crisis de identidad, un talento que incluso siendo reconocido, es difícil de comprender o describir hasta el día de hoy.
A pesar de que el único amor romántico que tuvo fue platónico, le bastó con la idea y convirtió al propio concepto del amor en su musa. Muy crítico hacia sus gustos y disgustos, pero siempre atacando con sentido del humor y lamentando con una sonrisa, creando su propia definición de Folk en el proceso.
Desde una fama local en los 80 como el chico tímido con voz angelical que hacía escuchar sus canciones a todo aquel con quien se topaba, en los 90, Johnston encontró la popularidad global después de que cierto vocalista llamado Kurt Cobain fue visto usando una playera de su autoría. Sin embargo decir que Johnston encontró la popularidad es ambiguo, para ese momento se encontraba internado en un psiquiátrico, luchando por poder seguir creando.
El cumplimiento de un sueño no pudo ser tan fácil, Johnston padecía de trastorno bipolar, entre otros problemas mentales que le hacían perder la lucidez y le forzaban a sacrificar su alma artística cada que tomaba una píldora.
Las historias biográficas de los músicos tienden a describir un ascenso, caída y redención, en ese orden; Johnston es un caso particular cuya caída vino poco antes de su ascenso a la fama, y cuya redención fue reservada para sus seres cercanos. Amazon Prime ofrece en su catálogo The Devil and Daniel Johnston (2005) un completo documental biográfico que sin idolatrarlo excesivamente, resume su constante lucha para mantener los pies en el arte, a la par de todo el infortunio que le tocó.
Hoy, en una era que debate entre normalizar y glorificar la influencia de la salud mental en el arte, específicamente en la música, conocer la historia de Johnston es un buen empujón para generar conciencia, compasión y empatía. Existe también un documental corto disponible en YouTube, Hi, How Are You Daniel Johnston? (2015) que resume la historia de forma surrealista, y con recursos como la animación.
Si componer canciones desde un hospital psiquiátrico resulta en un cliché bohemio, este es uno de los casos en los que la realidad es más extraña que la ficción. Cuando Tom Waits hace un cover de una canción sobre el monstruo de Frankenstein, originalmente improvisada por un joven con voz de niño, sabes que el impacto cultural de este chico tiene que ser bastante profundo. Aunque con una voz más quemada por la adicción al tabaco, Johnston logró encontrar el equilibrio para continuar su camino, pudo apreciar y disfrutar de su aporte a la música en las últimas décadas de su vida. ¿Acaso Wicked World, una canción escrita hace 40 años no parece ser el himno oficial de este 2020? Johnston nació sabiendo que quería ser famoso, incluso cuando la vida se negaba a darle ese gusto. Se fue antes de su momento, pero murió siendo consciente que lo había logrado. Su amor al arte, el único amor que le fue fiel, el amor que nunca se cansó de buscar, su verdadero amor lo encontró al final, pero él siempre supo que lo haría.