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Jojo Rabbit: la ignorancia es una bendición

*Artículo originalmente publicado para la revista La Ramona del diario Opinión el día 19 de Enero de 2019. VER PUBLICACIÓN

A diferencia de muchos directores que pasan por el mismo fenómeno, la transición de Taika Waititi del cine independiente al popular, fue bastante notable y definitivamente no un golpe de suerte. Satisfaciendo tanto a la crítica como al público, se ha convertido en un candidato muy cotizado por los estudios para sus más ambiciosos proyectos.

Con su característica tragicomedia, técnicas visuales y personajes poco tradicionales, ha llegado a ser comparado con Wes Anderson. Sin embargo el tono de sus comedias y la construcción de sus personajes son diferencias que individualizan a ambos. Waititi prefiere no ser tan sarcástico y su humor negro es más humilde y realista, y mucho menos cínico que el de Anderson (sin menospreciarle).

Por eso antes de hablar de su última cinta, creo que vale la pena repasar brevemente su filmografía:

Su largometraje debut, Eagle Vs Shark (2007) es una comedia romántica muy similar al clásico de culto Napoleon Dynamite (Jared Hess, 2004), sobre el amor de dos de los personajes más nerds de la historia del cine. Pasamos a Boy (2010), que es protagonizada por un niño pobre de Nueva Zelanda que se refugia de su realidad escuchando a su ídolo, Michael Jackson.

Mi primer encuentro con el director fue con What We Do In The Shadows (2014), su primer gran y mundialmente reconocido proyecto que partió como un corto y ahora incluso está adaptado a la televisión. Documental falso estilo reality show, sobre un grupo de vampiros viviendo en un mundo moderno. Está Hunt For The Wilder People (2016) que instantáneamente se convirtió en mi favorito de su catálogo, sobre un niño huérfano en malos pasos que es adoptado por una familia de campesinos. Quizás su film más técnico y fotográfico, y tristemente uno de los que más pasó desapercibido (y de hecho, está en Netflix).

Después llegamos a su era “internacional”, en la que dirigió Thor: Ragnarok que aunque muchos la odien por su exceso de comedia, yo la considero la mejor película individual de ese universo cinematográfico de superhéroes precisamente por alejarse de esa tonta necesidad de buscar realismo en el género.

Y después de su involucramiento en numerosos proyectos secundarios pero sonados (como The Mandalorian), regresa al fin a su zona de confort.

Jojo Rabbit nos sitúa en el último año de la segunda guerra mundial, donde un niño alemán de diez años, alienado y adoctrinado de pies a cabeza con ideales nazis al punto de tener a una versión caricaturizada de Hitler (interpretado por Waititi) como amigo imaginario, debe afrontar una crisis de identidad al cuestionarse sobre la ética en todas esas “verdades” que le hicieron creer desde niño. Esto se suma al descubrimiento de que su madre (Scarlett Johansson) oculta a una adolescente judía en su propia casa y al inminente final de la guerra.

El primer pensamiento que se le viene a uno en las primeras escenas es el de “parodia”, ya que vemos a un mundo vulgarizado desde inocentes ojos infantiles, y la guerra es contada con mucha torpeza y burla, soltando muchas situaciones de humor negro, sin tener ningún reparo en cuanto a imágenes políticas.

Pero una vez que la familia del protagonista y su situación nos son presentadas, poco a poco pisamos tierra y el filme adquiere un tono más humano. Es cuando vemos cómo todo el mundo fantástico del niño comienza a desmoronarse, y sin despojarse de su inocencia, cómo él comienza a ver la realidad tan cruda como sólo esta puede ser.

Es inevitable compararla con la mencionada Boy, en la que ambos niños protagonistas con un padre ausente tienen a un ídolo famoso como amigo imaginario. La idolatría en ambos casos es tema de crítica, pero en polos muy opuestos. En Boy vemos a un ídolo más como un sueño o pasión, en Jojo Rabbit vemos a al ídolo como una doctrina impuesta y como la única opción que se tiene, o se cree tener.

Los actores co protagonistas jóvenes, Roman Griffin Davis y Thomasin McKenzie, son sin duda la revelación de la película. Su química en pantalla a pesar de su diferencia de edad es muy afinada. Y ese contraste tan polarizado entre sus ideologías, termina siendo muy hermoso al descubrir sus similitudes.

Mi escena favorita (spoilers en este párrafo), tiene que ser la de la mamá de Jojo intentando abrir los ojos de su hijo imitando al ausente padre.

Aunque todo lo que hace Johansson en esta cinta es magnífico, sólo dicha escena hace que su nominación sea más que merecida, y en caso de que gane el premio mayor, no sería nada descabellado ni mucho menos injusto.

Quiero destacar también la actuación de Sam Rockwell, con una interpretación que humaniza muchísimo más la posición de muchos militares nazis, que aunque parezca que sí, no tuvieron un camino para “escoger”. El personaje de Rockwell además representa al movimiento LGBT+ en la película, sin necesidad de dar una sola explicación, sólo mostrando, como debería ser.

Y finalmente es de reconocer el Hitler de Waititi, que a diferencia del de Chaplin, representa más a la ideología que el niño percibe de su entorno que a la misma figura histórica de Adolfo.

Aunque la temática que aborda la película es muy delicada, y fue controversial desde su concepción (basada en una novela que carece del factor comedia); hay mucho respeto y seriedad hacia las consecuencias de la guerra. Temas como los campos de concentración, Gestapo y sobre todo, las juventudes Hitlerianas son muy cuidados y representados con la máxima cautela.

La caída del ídolo es un concepto que podemos ver hasta el día de hoy, y quizás hoy más que nunca, y no me refiero únicamente a la política, recordemos el movimiento #MeToo. Waititi sin dudas logró otro acierto, y uno bastante grande al ser su primera nominación al Oscar (ignorando a un cortometraje suyo en el 2004).

Puedo decir que agradezco ser de los pocos en la sala de cine ya que pude estallar a carcajadas y luego quebrarme en lágrimas sin ningún tapujo. Pero también lo lamento mucho por los que están perdiendo la oportunidad de presenciar una de las mejores películas de coming-of-age de nuestros tiempos.

Asesino serial y catador de música

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